Teresa de Jesús nació en Ávila, en 1515, y murió en Alba de Tormes, Salamanca, en 1582. A los 20 años, ingresó en el convento de la Encarnación de Ávila. Los datos de su biografía nos hacen pensar que vivió un largo proceso de idas y venidas: enfermedad, lucha personal, búsqueda, acomodamiento, crisis y renacer.
A pesar de que las mujeres en su época no encontraban sino dificultades, de que era monja carmelita de clausura, y en muchos momentos enferma, fue una mujer fecunda que transmitió su vida e inquietudes con un hondo sentido experiencial, respondiendo de forma particular a las necesidades de la sociedad y de la iglesia del su tiempo. Llegó a ser una de las reformadoras más activas del siglo XVI. Son dieciséis las fundaciones que realiza con la Reforma del Carmelo.
Su talla humana y cristiana fue el fruto de atreverse a recorrer una propia y especial aventura interior, siendo fiel a lo que como persona y cristiana iba descubriendo. Teresa fue una gran mujer, alegre, comunicativa, cordial y buscadora de la verdad.
San Enrique de Ossó transmitió en todas sus obras y acciones la vida y espíritu de Santa Teresa, así lo quiso para la congregación religiosa que fundó, Compañía de Santa Teresa de Jesús, y así lo ha querido la Compañía para la Fundación al poner en su nombre el sello de “teresiana”.